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viernes, 1 de julio de 2022

La catedral de Eberto Milián y su ejemplo de laboriosidad

SECCION:  Por las Calles de Morón (19)                                        

Eberto Milián Reyes Suárez, toda  una vida ha sido residente en la avileña ciudad de Morón, donde ha saltado los escollos de las circunstancias. Con 81 años de edad, apenas puede caminar con la ayuda de un bastón y permanecer casi estático en su habitación, pero como bien confirma la poetiza griega Safo de Lesbos en sus versos "no envejecer, siendo humanos, es imposible".

Decidimos visitarlo y abrir las puertas de su memoria para conocer, a groso modo, esos pensamientos en los que se encuentra sumergido, seguramente muchas horas del día. Nos trasladamos así hasta una casita de la calle Cisneros donde  nació y vivió durante gran parte de su niñez, y donde no tenía casi ropa que ponerse, por lo que recuerda que la mayor parte del tiempo jugaba sin camisa, con los muchachos del barrio.

Eberto, no tardó mucho tiempo en que tuviera que limpiar zapatos, compraba botellas  vacías a ocho centavos la docena, que luego de fregarlas bien, lograba venderlas a doce kilos, limpió pisos para devengar tres pesos mensuales y un plato de comida.
                                              
Fue ayudante  en un bar hasta que logró instalar un puesto donde ofertaba batidos y  bocaditos y ya joven se trasladó para La Habana con las intenciones de ser chofer, pero sus proyectos fracasaron y tuvo que regresar a su querido Morón.

Su memoria nos conduce  por otros muchos vericuetos, de  cuando trabajó como quincallero en     Violeta( hoy Primero de Enero), también cuando fue chofer en la Unidad Forestal y  hasta los años que laboró en Servicios Comunales, cuidando parques.

Eberto hace un alto, tratando de rescatar de su memoria otros tristes pasajes de su vida, pero prefiero trasladarlo de carril y enfocarlo en una vía algo más próspera, y  es así que se remonta al año 1963 cuando el ciclón Flora, momento en que se encontraba en una Escuela de Instruccion Revolucionaria. También como miembro de la Defensa Civil jugó un papel importante en la protección de las brigadas de alfabetizadores.

Participó en múltiples movilizaciones de apoyo a zafras azucareras, fundador de las fuerzas del Ministerio del Interior y en otras muchas batallas contemporáneas.

Este hombre, con su  blanca cabellera dice contar con "un millón de amigos" en Morón, y en los últimos años trabajador por cuenta propia, pero fiel a su condición  revolucionaria. Ya en la despedida refiere que ha tenido lucidez suficiente para enfrentar obstáculos, y que gracias a ello, con su ejemplo y laboriosidad ha podido armar una catedral, y fue entonces que vuelven a mi memoria versos de Safo de Lesbos:

 "mi una vez  tierno cuerpo,
  ha alcanzado la edad adulta,
  mi corazón se ha vuelto pesado,
  mis piernas ya no me sostienen,
  pero, no envejercer, siendo humanos, es imposible".







 

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